La memoria, más que un cerebro secuencial

En el acto de registrar se sostiene el evento de la identificación. El cerebro se encuentra en un espacio gravitacional diferente al resto del cuerpo, con las leyes específicas de estos espacios.

Como todo lo que forma parte de nuestro campo de acción, la memoria debe de estar condicionada por una necesidad del desarrollo. O sea, que no recordamos por gusto. De hecho, la ejercitamos cada vez que precisamos recordar algo, dónde está una cosa, a qué hora hemos quedado, qué me dijo exactamente aquella persona, etc. Depende del nivel de atención recordaremos más o menos. Esa atención son nuestros intereses, nuestras direcciones. Definen nuestra ubicación, aspectos sobre lo que somos, lo que buscamos, lo que nos mueve. La memoria nos permite generar el camino desde donde estamos hacia dónde queremos dirigirnos, son puntos de apoyo, una red de conexiones con el único fin de mantener la consistencia que requiere la percepción de nuestra ubicación. Todo ha de estar controlado, fortalece nuestra identidad.
Además de las ya conocidas memoria del presente y del pasado, clasificación general que enlaza acontecimientos en el tiempo, existe un factor que viene determinado por aspectos evolutivos. Diferenciemos la memoria ahora como un acto de búsqueda o de receptividad. Cuando queremos recordar algo pensamos en ello y empieza a activarse la extensa red de conexiones hasta llegar a donde nos interesa. Partimos de un punto y queremos llegar a otro. El viaje puede ser instantáneo o tener diversas paradas. imaginemos este acto en el cerebro físico. podemos imaginar la conexión, parándonos unas cuantas veces. Ahora imaginemos el viaje instantáneo, una parada. Si la relación es directa, un recuerdo nos lleva directamente al otro. Pero, ¿qué pasa si no tenemos referencias evidentes? Que no se trataría de un recuerdo, si no del acto de saber algo. De entrada es como buscar sin camino, en un espacio de nada… Se supone que hay conexiones, aunque no somos conscientes de ellas. Lo que percibimos es un acto de instantaneidad que no registramos con precisión. La memoria consciente es un tema de pasos. La instantaneidad parece otra manera de manifestarnos.
Analicemos ahora la memoria en un acto de receptividad. No buscamos una información, nos llega, como un recuerdo enlazado con los eventos que estamos viviendo en esos momentos. Nuestro entorno es un campo de acción en una química perfecta con nuestras direcciones, la mayoría inconscientes. Un caos que invita a su conocimiento para ampliar nuestros datos de ubicación, nuestra identificación. Tenemos un entorno, una genética que se activa además por las diferentes fases fisiológicas que precisamos expresar, tras ello nuestras direcciones ya existentes, que claman continuidad en encajes que siguen las leyes del mínimo gasto energético… Un caos que deja de ser caos para producir la propia memoria, la identificación de cada evento que expresamos en la instantaneidad. Somos todo lo que es nuestro campo, el acceso a nuestra información es directo si llevamos conciencia a cada punto existente. El recuerdo es simplemente tiempo.

Sigamos profundizando… ¿hasta dónde llegan los registros? Parece como si lo que recordamos pudiera presentar una característica común. El cerebro como órgano es físico, pero manifiesta funciones que no se han relacionado con ninguna de sus partes, de la misma manera que vemos su desarrollo todavía incompleto. Tengamos en cuenta que se encuentra en un estado gravitacional concreto, flota en un líquido como el feto lo hace en el vientre de la madre. Una variación en las condiciones físicas genera un campo de actividad diferente a lo que conocemos. Son leyes que, a pesar de estar inevitablemente presentes en el proceso de la continuidad de la vida no las conocemos profundamente. Sabemos que afecta al factor tiempo…precisamente.
Valorémoslo a partir de las diferencias de los espacios relacionados con la percepción. El mundo exterior y los sentidos que lo captan, y el cerebro, que procesa dicha información. Se sabe que intentan ponerse de acuerdo elaborando la realidad de la manera que nos sea más estable. A partir de aquí podemos pensar que el cerebro es el rápido y que los sentidos son limitados; o al revés, que el cerebro es limitado pues funciona al 10-12% y que los sentidos al ser parte del sistema vida llevan en sí la perfección de una materia más trabajada. La verdad la obtendremos con el acercamiento a nuestro funcionamiento, la percepción definida que podemos hacer al focalizar nuestra atención en lo que estamos viviendo.
El factor tiempo sostiene la memoria en la secuencialidad, cualidad que usamos como referencia para definir cada elemento de la existencia en las primeras fases del desarrollo de la mente. Relacionamos los eventos en el tiempo para ubicar cada acción diferenciadamente.
¿Cómo sería entonces un registro simultáneo de varias acciones? La acción sería un «mientras» llevado a la práctica. ¿Cómo registraría el cerebro esta simultaneidad? Ya lo hace, a pequeñas escalas, en todo lo que sería el registro de un, llamémosle, microsistema.
Entonces, lo que determina el proceso es el abarque de un sistema mayor. Y esto no está relacionado con las cantidades de información que hay en un sistema, sino que la complejidad de sus leyes sea abarcable por la comprensión que requerimos para ubicarlo en nuestro campo de acción.
Ahora bien, ¿qué es ese microsistema?, ¿ese campo de acción? Materia…Energía… y por supuesto con sus leyes. Volvemos al mismo punto, llegamos al misterio de la física actual, la fuerza de la gravedad.
Si es ahí donde desvelamos el misterio, entremos.

Supongamos que existe una correspondencia directa entre la densidad de un cuerpo y su identidad. A grosso modo parecería una opción válida, pues correspondería a más substancia de algo, no precisamente en cantidad…sino en «autenticidad». Un cuerpo se manifiesta en el espacio-tiempo… miremos primero qué significa. Un cuerpo en el tiempo ¿qué hace? Se identifica, definiéndose en cada aspecto de la interacción que precise su materia-energía. ¿Y en el espacio? Ocupa, en cierta manera es una identificación, o sea, no está definida en una identidad concreta sino simplemente en el aspecto existir… existir en algo. Un cuerpo deforma el espacio-tiempo y se crea la gravedad. Nos preguntamos si cualquier cuerpo puede hacerlo, o ¿es necesaria una «densidad crítica»? La materia es una constante expresión de empujes…en todas direcciones. Conscientes o no, en este acto se encuentra la diferencia. Nuestras direcciones son eventos que al definirlos nos aportan identificación de lo que somos. Llevamos conciencia a nuestra identidad…densidad de substancia identificativa.
Ahora volvamos al cerebro.
Si el cerebro se encuentra fuera de la acción habitual de la gravedad ha de haber un sentido. El campo gravitacional terrestre nos «atrae» a todos expresando la identificación que sostiene la consistencia lógica del mundo. Es por ello que manifestamos una lógica evolutiva general, con pequeños márgenes perfectamente asumibles, donde se sustenta la libertad individual, el germen de la definición de cada identidad como especie, la potencialidad de cada deformidad espacio-temporal, la constante de la continuidad de lo finito.
Entonces, ¿acaso el cerebro es la «puerta» a una nueva identificación? La mente manifiesta el primer paso hacia la individualización. Es la primera que define, diferencia lo que soy de lo que no soy. Los espacios antigravitacionales son lugares de formación de nuevas substancias. Entonces, ¿cual sería la substancia que da finitud al aspecto individuo?
La conciencia.
Añadimos un elemento más a lo ya conocido para aportar identidad a cada minúscula expresión definible, en una constante fractalidad que paradojamente es infinita.
La identidad es el registro más estable que podemos tener. Es identificación, simultaneidad, el aspecto libre característico de un ser humano. No hay secuencia pues todo es inmediata posibilidad, solo un individuo que observa, dirige su dirección y condiciona su campo a sí mismo.
En este estado, no hay relevancia de recuerdos, no es necesario. Todos los «tiempos» son posibilidad. El individuo libre escoge pues cualquier experiencia es válida. Lo que determina la continuidad interactiva es el cómo, pues el qué está justamente identificado.

Posted by Meritxell Castells 1/2/2013

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: