La empresa como ecosistema social

Podemos aplicar el concepto de ecosistema a todo lo que se comporta como campo de interacción. Una empresa tiene su propio campo, es también una pieza del ecosistema social, y junto con los diferentes tipos de ecosistemas del planeta, un campo mucho más amplio, de pequeños ecosistemas diferentes. ¿Motivos?  Integrar la interacción. Os lo explico.

La acción en un espacio es interacción, con la finalidad de integrar, es decir, conseguir que todos los elementos funcionen como equipo. ¿Qué significa esto? En el fondo todo se reduce a materia, y donde hay materia hay leyes. La integración es favorecer la existencia del campo con el mínimo gasto energético. Es la expresión del máximo principio, en la mínima forma, que supone el mínimo gasto de energía. Es encontrar la mínima entropía, algo posible y con lo que aspira cualquier ecosistema creado.

La integración se intenta establecer por defecto. Los componentes de un ecosistema, se comportan como una reacción química, cuya finalidad es llegar al equilibrio. Sea dentro de la misma empresa o entre la empresa y el medio social, la interacción de sus elementos es un cálculo constante, cuyo componente cambiante que incluye el factor adaptativo es el individuo, pues es el que está en una evolución más activa por el desarrollo de la mente. Además, puede observarse la analogía entre la integración materia-mente en un individuo y en una empresa.

La interacción tiene como objetivo el cambio. Una empresa es un móvil de evolución para las personas, un medio de progreso para la sociedad. Por este motivo cada acción ha de ser innovadora. Incluso si la intención es conservar valores antiguos, pues la innovación se proyecta en el cómo, donde se dan los aspectos de la creatividad humana. Es lo que vivimos como riesgo, pues un cambio es una novedad para la «estabilidad» existente, es un elemento más que introducimos y por eso se buscan estudios, de mercado, de la sociedad, que aportan conocimiento cada vez más exacto de sus estructuras. Saber dónde estamos es clave para generar cualquier movimiento. La evolución individual nos encamina hacia la máxima información, y es algo que nos adentra en un desarrollo personal más de lo que creemos.

Cuando un elemento nuevo entra en el ecosistema de la empresa, por ejemplo nuevos socios, o personal, todo se recalcula para volver a definir la identidad del equipo. De entrada es algo que pasa de manera inconsciente, pues pasa desde estas bases que funcionan «por defecto». Una empresa es una identidad de identidades, siempre que sea consciente, que conozca perfectamente sus elementos y que los pueda justificar en su entorno. Si os fijáis atribuyo el concepto identidad a cualidades reconocidas. Es una auto-conciencia.

Cuando personalmente introducimos una nueva idea en nuestros principios, nuestros movimientos toman un cambio. En la empresa pasa igual. Hay interacciones que favorecen de entrada la identidad, y otras son interacciones más difíciles. Por ejemplo, la unión del agua y el aceite no es una mezcla fácil, de entrada parece imposible, pero con el tiempo y el estudio de sus propiedades internas se ha podido encontrar un elemento que los une. Una interacción costosa solo es un reto, un estado de guerra entre «ingredientes» que requiere transformación si queremos ver un resultado «armónico». Si queréis profundizar en el porqué de esto, os lo expuse en el artículo «El verdadero significado de belleza, la armonía en el conflicto».

Aquello que es potencial de cambio en un momento concreto es lo que aparece como posibilidad. Si algo interacciona, aunque sea un conflicto de entrada, es signo de que es posible. Esto puede verse incluso en ideas con un fuerte carácter innovador, que de entrada aparecen como algo fuera de lugar. Lo que determina el aspecto de la posibilidad como innovación, es si hay identidad consciente en el que genera esa idea.
En la naturaleza, la identidad de los componentes de un ecosistema funciona como una extensa matriz, con la dirección de la supervivencia, la novedad interactiva, la ley del mínimo gasto de energía y la auto-conceptualidad de todo el campo. En la sociedad, el individuo aporta un cambio, el aspecto consciente, aunque la matriz de todas las posibilidades, existe como matriz, y estará en un constante balance de fuerzas entre nuestra individualidad, pues cuando no funcionamos con una dirección consciente, la matriz funciona por defecto, representando la dirección de la materia.
La dirección consciente del individuo o de la empresa es más o menos definida dependiendo de su identidad. En ambos casos, se fundamenta en la identidad. A mayor conocimiento más implicación innovadora, el factor libre que aporta el componente creativo.

Evidentemente que la comprensión de la naturaleza como ecosistema nos adentra en el fenómeno causal, que nos hace comprender la previsibilidad de las interacciones según nuestra química. Este asunto obedece a esas leyes generales de la materia que os nombraba al inicio. Están y se expresan como «inercia», aunque un individuo consciente aporte el elemento innovador, que es favorecido por la materia, y se vea solo cuando el movimiento de este individuo consciente la favorece. Esto es integridad, partir de lo que eres, de lo que tienes y añadir elementos nuevos siempre teniendo en cuenta la matriz básica.
En el fondo es una integración entre mente y materia. La mente es el elemento innovador por excelencia que continúa la evolución de la materia. Todo se moviliza para esta integración, sea en un individuo o en una empresa. Os preguntaréis cuál sería el elemento mental en una empresa, para ello hay que tener muy claro lo que es mente. Lo que concierne a este asunto integrativo es su aspecto como tiempo.
La innovación es favorecida por la existencia, pues abre caminos interactivos que dan continuidad a la continuidad de la materia en campos más innovadores. Un ecosistema acepta elementos nuevos como continuidad evolutiva, y siempre los integra de una manera u otra. Uno de los elementos condicionantes es el factor tiempo, que se expresa diferente en la naturaleza, y en un individuo.
La conciencia aporta identidad. Permite conocer dónde estamos, algo esencial para movernos, pues podemos determinar con precisión la «coordenada de destino» y el factor tiempo. Saber que somos un ecosistema es una primera identidad, restablece nuestras bases, da seguridad y fuerza pues hay un reconocimiento de cada elemento del que estamos hechos y su sentido dentro del campo. Definirlos nos permite darle la dirección correcta, que en lenguaje básico sería la química más exacta, el encaje perfecto con su naturaleza.
El factor ecosistema como concepto es una relación química de todos los elementos. La evolución como factor social es simplemente hacerlo consciente.

Escrito por Meritxell Castells 4/11/2013

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