Quiero exponer algo que he observado y en lo que llevo años trabajando. También he dado conferencias sobre ello y lo he tratado muchas veces en mi programa de Radio.
Una sociedad es un ecosistema con otras formas. A lo largo de la historia hemos evolucionado para aprender a convivir de acorde a lo que somos como vida, intentando mezclar el componente humano con formas transformadas de la naturaleza. Así, los árboles y las plantas forman parte de nuestras vidas en forma de armarios, ropas… El reino mineral en las cocinas, frigoríficos, tecnología… Hemos adoptado animales en nuestras vidas, nuestras mascotas. Seguimos siendo los mismos reinos, en nuestro ecosistema ciudad. También están dentro de nosotros, nuestros huesos representan el reino mineral, los tejidos el vegetal y la substancia sensible (emociones) el animal.
La socialización se ha convertido en una vía para conocer los reinos de la naturaleza. Estudiamos nuestras relaciones con los animales, con las plantas, y entre nosotros para conocernos mejor, pero el mismo sistema social es un filtro para el conocimiento. Si la referencia es falsa, acaba poniendo en peligro nuestra subsistencia. Es lo que está sucediendo ahora.
Experimentamos posibilidades como seres en desarrollo. Nos relacionamos por supervivencia. Buscamos la mejor manera de avanzar dentro y fuera de las leyes naturales. Nuestros experimentos convergen en resultados tangibles en el tiempo, y hay que saber ver en tiempos largos, algo que se aprende a partir de una identidad natural integrada.
En cuanto a la manera de organizarnos socialmente, los humanos somos diferentes a los animales, simplemente porque nuestras necesidades de desarrollo son distintas. Estamos creando un cerebro con muchas más conexiones y nuestro sistema de memoria empieza a dejar de ser emocional, porque la substancia específica humana no es emocional.
El modelo social existente no es correcto, y las consecuencias lo demuestran, no solo en la destrucción de nuestros ecosistemas, sino en el erróneo concepto de la inteligencia impuesta, y que ha derivado a la falta de desarrollo inteligente. Ningún ser inteligente destruye su medio de vida, ni los fundamentos que lo llevan al desarrollo.
Veamos qué ha sucedido.
El desarrollo de la inteligencia ha sido intelectualizado, desplazando el conocimiento real por defecto que todos tenemos de nosotros mismos y de nuestro entorno, como existe en los reinos de la naturaleza. La inteligencia la podemos ver en la manera que gestionamos nuestras vidas, resolvemos problemas, avanzamos. El intelecto parece aportarnos esto porque acumular datos y procesarlos es considerado el referente de la inteligencia humana. En ningún momento es considerada la existencia de conocimiento interno aún sabiéndose que nuestra información genética es un sofisticado diccionario de datos de la increíble obra de ingeniería que somos. Dentro está todo, es nuestra referencia, y dada la importancia que supone, y más en un momento donde el conocimiento externo ha demostrado su fracaso y poca veracidad, esta referencia debe ser considerada. La verdadera inteligencia es la la capacidad de llegar de manera consciente a ese gran mar de información. Existen referencias en el tiempo de muestras de esta inteligencia. En los grandes científicos de la historia, donde con escasos instrumentos y solo su actividad pensante, llegaron a conocimientos revolucionaros.
El sistema social actual ha fallado, no es apto para la supervivencia ni para el desarrollo. Enseñan la supervivencia como un reto individual donde sobrevive el más fuerte o quien más sabe, o el que más dinero tiene. El resultado son seres egoístas, con el ideal de que ser alguien supone aplastar a los demás. Sois conscientes de lo que supone un patrón así en la historia? Solo mirad el mundo.
Las consecuencias son múltiples, y son visibles cuando aparecen las pruebas que toda especie inteligente superaría.
La inteligencia es fácil de ver. Un ser inteligente reacciona con atracción y respeto ante alguien que expone una idea diferente a la suya. En cambio los que carecen de esta substancia, saltan ante una opinión que no es igual a la suya, una especie de rebote intelectual fruto de la falta de principio inteligente, donde en su defecto es el ego el que «salta a la yugular». Tras esta reacción, hay una rabia instintiva, un rechazo fruto del miedo ante la amenaza que supone lo diferente.
El individualismo
Individualismo no es egoísmo. Es el resultado de poner un límite, es decir, definir una identidad y considerarla como algo único e individual. Lo hacemos constantemente cada vez que definimos, pues es la diversidad llevada al conocimiento consciente.
El individualismo egoísta que vemos ahora, es consecuencia precisamente de la falta de integridad, algo que sucede de manera natural en la evolución cuando el individuo se desarrolla a sí mismo desde el verdadero principio inteligente, representado en su ser biológico. La inteligencia desde la certeza, genera seguridad. Es el verdadero referente que la Naturaleza ha puesto en nosotros.
El falso sistema ha impuesto una identidad falsa para favorecer su existencia destructiva y separar al ser humano de sí mismo y de la Naturaleza. Y la pregunta es, nos hemos equivocado o había una intención de errar? La situación actual, muestra que aún habiendo evidencias de tal destrucción, los gobernantes decidieron seguir avanzando, con escalas de descarada corrupción todavía más grandes.
La verdadera identidad de un humano empieza en su configuración química particular, y es una prolongación de su mismo orden natural, expresado en estructuras pensantes correspondientes. La naturaleza sigue diversificándose en nuestra individualidad pensante. Nuestra estructura de pensamiento se manifiesta como un fractal de nuestra estructura tisular. Sí, como en un edificio de armónicos, la vida muestra su inteligencia y su sentido.
Individualizar es definir, diferenciar una cosa de otra, es dar identidad diferenciada a las partes de un todo, sin excluir la existencia de ese todo. El individualismo egoísta es consecuencia de un vacío de identidad, una desconexión del componente social básico, el colectivo. Y como consecuencia, una evolución deficiente de este. Individualizarnos es parte de nuestro trayecto, y dentro de una evolución en su orden natural, existe sin excluir el colectivo. Esa es la clave.
No es cuestión de «tú o yo» sino de «tu y yo».
La estructura social impuesta configura la realidad en constante tensión, como ángulos de 90 grados, donde una dirección es tensionalmente diferente a la otra. La tensión separa al ser humano de sí mismo y de los demás, porque la gestión de lo diferente se ve como una amenaza. Entonces, la solución es el rechazo, y luego la aniquilación mediante la conquista. Tras el ego, hay un ser sin fuerza, lleno de miedo, por eso necesita anular al otro como manera de sobrevivir.
Pero vayamos a un estadio más profundo de esto para ver su transformación.
La inteligencia es belleza. La belleza es la expresión de contrarios en armonía. La belleza no excluye el conflicto (los contrarios). Precisamente es belleza porque incluye a los dos en un mismo espacio.
La Naturaleza, la referencia
La Naturaleza es la referencia de la consciencia colectiva, no el dinero. Es evidente, algo verdadero no corrompe al ser humano a los niveles de corrupción al que ha llevado el dinero en La Tierra.
Los humanos somos el resultado de la combinación de los tres reinos juntos. Somos un organismo organizado para sobrevivir. En nuestro cuerpo físico, tenemos un ejemplo de lo que deberíamos ser en la sociedad, un “equipo” organizado, una sociedad inteligente colaborando unos con otros por nuestro progreso. No existe una sociedad en equilibrio sin simbiosis. Si somos muchos, esa es la ley.
Qué ha pasado?
La sociedad que ha perdido ese factor colectivo está desconectada. Y sin conexión, la supervivencia aguanta hasta la finalización de los recursos y un sinfín de acontecimientos autodestructivos en cadena. El individualismo sin orden natural no aporta aprendizaje, más bien lo contrario, un sistema de educación lleno de datos externos que el humano acumula en forma de memoria externa produciendo confusión, pues en la mayoría de los casos, no siente la verificación que supone el descubrir o recibir un dato que tú sientes desde dentro solapándose como armónicos en un instrumento. El intelecto ha dejado de banda la intuición por no resultar fiable, dado que la conducta excesivamente emocional del vacío de identidad nubla la certeza, poniendo el conocimiento al servicio del interés personal y no de la verdad. El conocimiento recibido desde fuera debe ser coherente con lo que uno siente sobre si esos datos son más o menos verídicos. Pero entonces la actitud debe ser pura, sin condiciones ni ansias de reconocimiento. Un estado de auto-sinceridad impecable.
El intelectualismo, aunque sea de entrada adoptado como referencia, no es referencia, pues destruye y nubla la verdadera percepción interna. El resultado es una sociedad egoísta que ha olvidado sus orígenes.
Una sociedad sin simbiosis acaba autodestruyéndose tarde o temprano.
La evolución, ordenadamente libre
Existe un reto para los humanos en este momento. La individualización sin consciencia colectiva es un veneno para La Tierra y para cada individuo. En cambio, cuando la consciencia colectiva existe como base completa de nuestro desarrollo, el resultado es una sociedad de individuos libres, pues no hay verdadera libertad en una sociedad sin orden natural. Esto significa que la creatividad debe partir de un orden si sale de un cuerpo vivo y de una sociedad.
Una sociedad de individuos es un colectivo de seres pensantes capaces de llegar a la información por sí mismos, con las bases del orden natural que ya somos.
En el mundo estamos manifestando una crisis clara sobre este asunto. Toda sociedad evoluciona hacia la definición de cada minúscula parte que la integra. El individualismo no es el problema. Definir no implica separarnos, es diferenciarnos. Y lo hacemos como vía de enriquecimiento, pues si somos diferentes, podemos intercambiar. Las diferencias crean riqueza. En el planeta hay muchos seres diferentes, la naturaleza ya lo es en sí misma una multiplicidad de seres, y ello no implica que estén enfrentados. Son colectivos definidos. El planeta en sí es una sociedad de diferentes razas, que en sí misma ya muestra signos separatistas. La existencia del racismo es la prueba, y no solo lo vemos en los continentes. Los mismos países, e incluso dentro del mismo país. Esto sucede en todo el mundo, incluso en países que presumen de conciencia colectiva integrada.
En una sociedad evolucionada no hay separatismo en ninguna de sus expresiones. Ni personal, ni como ciudadano del país, ni como raza. Fuera del miedo de la invasión que anula la identidad, hay una sociedad de individuos capaces de pensar por mismos, creadores, inteligentes y completamente abiertos a nuevos conocimientos.
Tras el período de consciencia del error, si hay aprendizaje y si la supervivencia se convierte en algo más prioritario que el egoísmo, pasamos a una fase de buscar soluciones. El miedo no lleva al desarrollo pero conecta con la verdad de que algo falla. Las sociedades colectivas son una referencia, son las que más se acercan a la referencia madre que es la naturaleza, porque un ecosistema empieza en el cuerpo biológico.
La individualización es una vía hacia la especificación. Y parte de una integridad colectiva llevarse a cabo correctamente.
Todas las sociedades pasan por ello.
La cultura ha sido un elemento que ha funcionado para mantener unida a sociedades. Es una expresión de memoria colectiva que funciona.
Por ejemplo, el concepto de Kizuna japonés es algo muy arraigado en el seno de su raza. Es un acto de consideración y respeto solo porque eres parte del mismo mundo en el que yo estoy.
Quizá es esa la clave, la diferencia entre ser y estar y que las culturas la integran en su idioma. Hay mucha cultura del estar, pero no del ser.
Los japoneses se ayudan entre ellos y en general ayudan a los demás, está en su manera de ser.
Cómo evoluciona una sociedad del «colectivo», al «colectivo de individuos» sin destruirse?
Es sencillo de entender, pues es un acto natural que viene de la expresión completa de los tres reinos de la naturaleza en un cuerpo vivo humano. La naturaleza es inteligente, y nosotros somos un pedacito de ella. Si estamos atentos a nuestra dirección interna, nuestro cuerpo nos da los pasos para hacer lo correcto en la expresión de un acto natural.
En la práctica, este desarrollo se manifiesta en la consideración a los demás. Y es fácil de ver, como os he explicado anteriormente, en la manera de gestionar lo diferente. En el caso de un humano, puede verse en la reacción que uno tiene ante otra persona con una opinión diferente a la tuya.
Tu mundo y el de los demás, que también tienes en cuenta, porque en la completitud de lo que eres como vida, despiertas esa substancia que te pide un desarrollo individual, conservando la consideración de todo lo que no eres tú. Si la identidad colectiva que hay en ti está «completa», la evolución hacia una sociedad colectiva de individuos es natural.
Podemos pensar que el nacionalismo ha ayudado a la formación de esta unidad integrada social? Un chino respeta a otro chino no porque vivan en China. Hay un vínculo entre seres afines que parte más de la química interna que de la cultura o identidad nacional. Con esto no quiero decir que la identidad nacional no sea la consciencia colectiva de un pueblo. El territorio es la química de un pueblo, y tras ella, la lengua, que se materializa en unos sonidos, una sintaxis y en algo indefinido que se respira en un lugar. El nacionalismo para mí es falsa identidad, un superpuesto ante la carencia de esta identidad colectiva que hemos heredado de la naturaleza.
Hay pueblos que son más «naturaleza», quizá por configuración química y de ahí por leyes. Se miran los unos a los otros porque está en sus entrañas, no porque alguien le haya dicho que lo hiciera. La imposición solo agrava las cosas, lo que se adquiere fuera deja de manifestarse desde dentro. No desaparece, solo es como si estuviera dormido. El
reconocimiento entre seres del mismo ecosistema es algo natural, ocurre en la naturaleza y es precisamente dicha conexión la base de su supervivencia. Independientemente del idealismo que enferme a una sociedad, su regeneración depende de su interconexión, y es una dirección natural entre los seres estar conectados. A veces, solo hay que dejar de hacer lo incorrecto, para que de manera natural todo vuelva a su sitio.
El intelectualismo
Las necesidades actuales nos piden definir cada vez con mayor precisión cualquier expresión relacionada con la inteligencia. Hemos creado conceptos que debemos aprender a diferenciar como el cerebro, mente, intelecto, inteligencia y todo lo que tiene que ver con el pensar para definir nuestra manera de llegar a la información como humanos.
La percepción más básica nos viene desde la vida. No está considerada como vía que fundamenta el conocimiento científico, pues debe darse con el que para mí es el máximo rigor que existe: La auto-sinceridad. Toda teoría, pensamiento, postulado ha de tener esta base pues ha de ser considerada la fuente de su análisis y trabajo. Negarla es negar la capacidad humana, de donde parte la visión, la creación y la interpretación de instrumentación científica. La certeza nos da una lección, pues la naturaleza no engaña. El vacío y su consecuente predominio emocional, el ego, ponen en evidencia la verídica de un pensador. La sociedad ha apartado la multidisciplinar manera de percibir humana. La mente intelectual se ha dualizado por la influencia de la guerra de opuestos con la que se mira todo, a pesar de la percepción natural que uno pueda sentir en momentos donde el ser humano es uno mismo.
El intelectualismo se ha convertido en la herramienta de transmisión de datos del falso sistema. Es una forma-pensamiento «cubo», cerrada a usarse solo con la lógica del sistema impuesto, y mediante el uso de la razón como única vía de conocer. Se afirma un conocimiento a partir de la negación de otro, entrenando al intelecto a la competencia constante que hay en todo, y que es considerada la manera de avanzar.
Una estructura de conocimiento es una herramienta de desarrollo. El cerebro se modela creando un camino para llegar a la información con una estructura concreta. Esto es muy importante, pues de esta estructura depende nuestra evolución consciente. Somos diversos en química y estructuras. La naturaleza también favorece la diversidad en la manera de pensar. El intelectualismo dualista es una manera impuesta, ha herido la creatividad, desplazado la intuición, la verdadera individualidad y el propósito inteligente de la naturaleza.
La manera de pensar es una estructura. Ha de ser abierta a toda posibilidad, pues el modelo de la existencia lo es, y aunque la química de las combinaciones de diferentes posibilidades está limitada a su orden, la incertidumbre siempre deja un camino abierto por si la evolución quiere avanzar por él. Considerar como posibilidad cualquier dirección en la evolución es dejar la puerta del «no perderse nada». El reino vegetal estructura así la distribución de sus tejidos. La naturaleza siempre se abre a la posibilidad de la incertidumbre en su aventura con la especie humana.
El pensamiento intelectual al cerrar, no considera la percepción natural. Ese es el error, que desencadena en la tensión máxima entre el yo y el otro convirtiéndose en el patrón de conducta «tú o yo».
La competencia ha sido la base del avanzar. El intelectualismo anula la opción, se cierra al mundo de las posibilidades, se aleja de la verdadera comprensión de conceptos como el espacio, el tiempo y la mente. No encaja con la estructuralidad molecular, con el comportamiento de la vida. No es una prolongación natural de la inteligencia del cuerpo biológico. No es, y lo que no es agota. He observado cómo la inteligencia colectiva falta substancialmente en la sociedad. El vacío es visible por todas partes, y es visible en los eventos sociales de masa crítica. Si realmente un acto colectivo meditativo por la paz en la tierra fuera desde individuos completos, llegaría.
Quizá la falta de substancia neurológica no tenga que ver con carencias del ser, o agotamiento. Quizá sea una cuoestión de especies.
El sistema te hace egoísta. La práctica constante de una manera de pensar modela el cerebro a una conducta. La base del pensamiento basado en la certeza modela un cerebro hacia el amor, la verdad, la exactitud, que es la precisión, la pureza, la información sin ruidos, el acercamiento máximo a lo que se conoce ya que no hay barreras. El «otro» no es una amenaza, sino una oportunidad de aprender algo más. El pensamiento intelectualista enfrenta al ser, es el dualismo extremo, explica las guerras y las limitaciones en el conocimiento. El asunto es claro y lo hemos visto en las conquistas de todos los tiempos, donde una identidad anula a otra. Las relaciones desde la integridad son sanas. Si uno sabe quién es, puede diferenciar lo que eres tú y lo que es el otro. Ampliar no es desaparecer, es una posibilidad a cambiar en el marco perfecto de la opción libre.
© Meritxell Castells 16 abril 2020