AGRICULTURA REGENERATIVA, INTRODUCCIÓN AL CULTIVO INTELIGENTE

La Naturaleza es una entidad inteligente con capacidad de auto-conservación. La regeneración existe de base, se fundamenta en la integridad, y esta en que todo esté conectado. Siempre hemos sabido que la Naturaleza es sabia, podemos observarla en su belleza inteligente, donde una matemática expresada en proporciones muestra su tendencia a la perfección en el crecimiento, la distribución del espacio y las formas.
Los seres humanos a lo largo de la historia hemos experimentado relacionarnos de múltiples maneras con la naturaleza, y en los campos de cultivo, una gran parte busca la mejor manera de hacerlo, por respeto a la tierra y a nuestros cuerpos.
Hace casi 8 años me fuí a las montañas para adentrarme en el estudio de las leyes de la Naturaleza, motivada por un descubrimiento que cambió mi vida por completo. Descubrí el lenguaje que usan los seres de un bosque para comunicarse, y la manera humana de usarlo para entrar en sus campos de información y así, en un trabajo de equipo con ella, determinar lo que es correcto en cada situación, donde son necesarias decisiones que afectan a la evolución de todos.
Primero lo aplicaba a mi cuerpo. Aprendí a auto-curarme solo con lo que hay en mi entorno, pues comprendí el principio científico que fundamenta la regeneración. He enseñado a muchas personas a auto-curarse, y he ayudado a animales y a ecosistemas enteros. Bosques que estaban enfermos, especies afectadas por los problemas de un deficiente conocimiento de lo que somos.
He aprendido a usarlo para sanar ecosistemas urbanos, ciudades, ecosistemas familiares, empresas y en la agricultura.
El trabajo es holístico, el propio ecosistema determina lo que falla y da los elementos para solucionarlo.

La enfermedad o conflicto es una puerta de entrada a algo mayor que no funciona. Todo sirve de algo y el ecosistema lo muestra. Tras esto, hay una intención de aportar desarrollo a todos los componentes que forman parte, además de aportar un gran conocimiento de cómo realmente funcionan las cosas, para aprender a hacer correctamente y evitar futuros fallos. Un trabajo bien hecho viene desde la raíz, así, ese tiempo y recursos son aprovechados 100%. La finalidad es, en todos los casos, restablecer el orden natural, y generar un canal de comunicación con el ecosistema. El aprendizaje es bello! El contacto y el aprender a relacionarnos conscientemente con la inteligencia de nuestro ecosistema, es una experiencia única.

La cura
Que el ecosistema determine qué hacer exactamente es la clave, pues entonces actuamos con la mayor precisión. Es súper interesante ver cuáles son todos los elementos que intervienen en la integridad de un ecosistema y en su regeneración, en un lugar específico y en un momento concreto. La naturaleza nos lo muestra y aprendemos de ella.
La precisión es la clave del tratamiento perfecto. La diferencia con la información adquirida en libros y manuales que existen, es que explican remedios y formas de hacer generales. Que sea el propio ecosistema quien determine la acción es lo más preciso, pues la naturaleza esta interrelacionada con la posición del Sol en cada momento. Precisar es el máximo respeto por hacer lo más correcto. En la agricultura por ejemplo, el agricultor, aprende a conocer la naturaleza y a su campo, además de que la comunicación crea un vínculo necesario para el desarrollo de ambos, pues cualquier trabajo es un trabajo de equipo. El campo de cultivo mejora y el agricultor y la familia también. No solo por los frutos que recibe de la tierra, es mucho más profundo. Es un trabajo de evolución de todos.

Cómo sucede?
Nuestro trozo de tierra tiene una identidad química, que primero debemos determinarla y restaurarla. Esto restablece la función de transformación, algo muy importante en la tierra y en los cuerpos vivos. La tierra es conductora de este principio inteligente que hace que en la naturaleza todo nos parezca como una magia especial. La transformación mejora constantemente la conductividad, y así la fluidez de los intercambios y las comunicaciones. La supervivencia y el desarrollo dependen de ello, y nuestro papel juega una importante labor. El ser humano no destruye la naturaleza si actúa en equipo con ella. La supervivencia ya existe en la naturaleza sin necesidad de hacer nada. Si un cultivo tiene un deterioro, por sí mismo se recuperará si el agricultor no interviene aumentando su toxicidad, y depende de su estado necesitará más o menos tiempo. Nosotros podemos acompañar y aportar los elementos necesarios para recuperarlo antes, induciendo al campo a una evolución natural en su interacción con nosotros. La interacción con las plantas nos aportan completar nuestra evolución. Y ellas reciben de nosotros el intercambio con un eslabón más de inteligencia.

El Reino vegetal y el pulmón humano
Hace unos años descubrí que nuestros órganos sufrieron una involución. Más tarde, leí que Rudolf Steiner también hablaba de ello. Ambos llegamos a las mismas conclusiones, y lo mejor es que, por vías diferentes.
Nuestros órganos evolucionan, el propósito de su evolución se entiende desde las leyes de la naturaleza, con el principio de la optimización. Extraer, o expresar más con el mínimo gasto de energía es una ley, es uno de los bellos atributos de la naturaleza.
Las plantas realizan la fotosíntesis, son capaces de convertir el CO2 en O2, algo que no hacen los animales ni las personas. Decimos entonces que estamos interconectados con el reino vegetal, y aunque parezca evidente, en los animales la interconexión es perfecta. En cambio en las personas algo falla.
Lo que descubrí fue unos cambios en el comportamiento funcional de mis pulmones al someterlos a un ambiente con poco O2. Pude describir al detalle todos estos cambios, durante años, concluyendo que se estaba produciendo en mi un proceso de evolución donde la respiración quedaba como en un circuito cerrado interno, como dentro de su propio ecosistema, donde el ser humano se regenera a sí mismo. Los pulmones, más evolucionados eran capaces de generar en un porcentaje cada vez más elevado, la transformación antes inexistente, y que nos crea la interdependencia con el reino vegetal.
Rudolf Steiner explica este proceso a la inversa. El habla de la involución del ser humano que pierde su función de transformación, pues sólo la involución explicaría por qué inhalamos un aliento que para nosotros es vida y exhalamos un aliento que para nosotros es muerte. Él parte de que la verdadera constitución humana es inmortal, y en este proceso de involución el ser humano se vuelve mortal. Los órganos pierden su función de transformación y es cuando necesitamos la muerte como vía de escape.
Descubrí que lo mismo sucede en el sistema digestivo, que como puede verse, la función de transformación está como «del revés».

Los seres humanos albergamos los tres reinos de la naturaleza en nosotros. Los huesos son el reino mineral, nuestra parte tisular (células, tejidos orgánicos) es reino vegetal, y la substancia sensible (emociones), la animal.
Nuestra interacción con el reino vegetal se realiza desde nuestra parte planta. Es un intercambio que favorece la evolución de todo representante pulmonar, incluso la piel y el sistema nervioso. Un vegetal es sensitivo en todas sus partes, como una piel inteligente que tiende a la sensitivización para abarcar más. Los humanos, con la interacción vegetal, incrementamos nuestra sensitividad. Se produce un incremento de nuestros sensores de percepción y comunicación con el entorno. Yo soy un ejemplo vivo de ello, fruto de años de interacción evolutiva en la regeneración del reino vegetal.

© Meritxell Castells 16 abril 2020

MÁS INFORMACIÓN:

La comunicación consciente con la Naturaleza (Artículo)

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La Referencia

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