¿Realmente vamos hacia las máquinas?

 

 

El avance en la tecnología es cada vez más evidente. Creamos máquinas para verificar la verdad, justificando el no reconocimiento del método de verificación más exacto que existe, un ser humano. En todo este reconocimiento hay un freno casi imperceptible, para no rebasar el límite de la libertad que supone lo humano. Todo tiene su sentido, hasta este delicado evento.

El desarrollo de la mente nos adentra en la definición de la materia, cada vez con más precisión. Buscamos la manera de hacer un mapa externo de lo que somos, utilizando el reino mineral que se presta en toda acción de construir estructuras. Analógicamente, construimos fuera para ver lo que hay dentro sin darnos cuenta. Es como sacamos la información de lo que somos.
Vamos hacia expresiones más pequeñas de la materia, entrando en sus leyes que necesitamos comprender para crear máquinas que funcionen así.
Pensemos por momentos en el cerebro, un «harware» bastante conocido en la manifestación más básica, y que vemos que sigue formándose, nos cuestionamos todo este proceso y llegamos a esas leyes de otros niveles de la materia… ¿Hasta dónde?… ¿Puede una máquina expresar el caos de la mente? Acordaos que caos es la parte no conocida de algo. ¿Todos los procesos de actividad de la mente pueden ser reproducidos por una máquina? Estamos hechos de muchas cosas, y el campo de la interacción no se limita al cerebro.
Creamos máquinas para verificar la verdad, y sí habrá máquinas que puedan reproducir el «caos» previsible de un ser, es cuestión de definir cada posibilidad de expresión existente.
Por este principio, la mente es equiparable a una máquina. Si vamos hacia la solvencia del caos se podrá aplicar a ésta todo lo que observemos en el cerebro.
Pero la previsibilidad no es lo único que existe…
La investigación de todos los campos del conocimiento han de partir de un ser humano. La verificación es dar certeza con la propia honestidad, algo que está empezando a manifestarse ahora, con el desarrollo del individuo.
Buscamos las máquinas porque no hay todavía suficiente desarrollo de la propia honestidad para verificar por uno mismo…Sí hay capacidad, pero no está reconocida, pues son asuntos humanos. No obstante puede captarse un «freno»  con cierta prudencia, pues un ser humano son palabras mayores.
Sutilmente se manifiesta esta libertad, sin ser vista. Hay quien sigue su voluntad y hay quien no la impone ante el dejarse llevar por la voluntad de otro. Esto es legal…
La necesidad de evolucionar y conocer todos los aspectos de la existencia nos lleva a una crisis de identidad. Por ello el conocimiento no es compatible con la no-honestidad, en cambio sí lo es con expresiones de corrupción verdaderos.
Paree una paradoja, ¿cómo puede justificarse la corrupción?…Que el propio corrupto se declare como tal. Es la verdad por encima del hecho, que lleva a la opción y ahí hay posibilidad de cambio. Estas cosas se entienden saliendo de la dualidad moral.
La sociedad a favor de la máquina defiende su intención con el conocimiento..pero es falso. La búsqueda del conocer implica verificarlo por uno mismo como os he dicho. Por otro lado está el colectivo que defiende las bases de la naturaleza pero desde una perspectiva colectiva, aferrándose a la no-trascendencia de valores. Estos tampoco buscan conocer…si no seguir donde están.
El verdadero conocer parte de un individuo.
Os he dicho que el campo de interacción no se limita al cerebro. La clave para entender cual es la parte de nosotros que no puede reproducir una máquina está en el concepto de lo que es una idea. Es algo que cuesta de entender si no se vivencia. Se puede definir pero quedaría en lo abstracto, y el intento de comprenderlo con la mente es limitado.
Esta percepción es contemplación…el elemento que percibe lo exacto y lo transmite.
La idea que nos acerca más es cuando observamos algo para saber cómo funciona y empezamos a imitarlo. Esto es típico en una actitud o el aprendizaje práctico de algo. Parece que «desnudemos» el evento, y realmente es así, es una definición igual, que abarca niveles que solo pueden ser «contemplados»…de momento.
Entonces, Una máquina nos enfrenta con su existencia a lo que somos, y a la verdadera intención del conocer. La limitación parte de nosotros, camina con nuestros recursos. Avanza si avanzamos. Los campos elementales de la materia, hacia donde nos dirigimos para dar bases más solventes a esta tecnología requieren de la impecable honestidad que solo existe en un individuo, pues parte del conocimiento de las opciones libres del actuar. Estamos en este punto, y toda expresión de la materia tiene sus interacciones que resolver, según su composición de substancias.
Que una máquina pueda llegar a la exactitud, y me refiero a lo exacto como lo completo, que dentro del campo de interacción es un 100% de la información, dependerá de las interacciones con el reino humano que se den en el tiempo. Un ejemplo de esto es que una máquina pueda tener conciencia. Poder, claro…todo se puede, con unos caminos concretos, siempre será dentro de la expresión de una evolución ordenada y libre. ¿Qué significa esto? Partimos de la substancia vida, una obra de arte perfecta que estamos acabando de completar, a partir de aquí tenemos la libertad de dirigir la evolución. Ordenada y libre, es tener en cuenta nuestro origen, y es algo más que saberlo, así la libertad de nuestros actos favorece a toda la existencia. Es el situarlo todo, una máquina es interacción mineral capaz de contener la misma substancia vital que da vida a la transmisión de información, aunque no puede hacerla por sí misma, no es generador de su propia energía…como un ser humano. Un ser humano es un reino más complejo, un compuesto de reinos integrados. Dar más verífica a una máquina es no conocer realmente este hecho. Entonces, ¿Cómo justificamos la existencia de las máquinas en nuestra evolución? De momento es memoria y verífica, más tarde lo veremos…Aunque siempre reflejará dónde estamos.

Posted by Meritxell Castells 16/2/2013

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