Conocer es una ciencia. Es el arte de saborear las interacciones hasta el más ínfimo principio de su existencia.
Lleno de múltiples manifestaciones, el conocer es nuestra mayor afición. Somos curiosos por naturaleza, y la necesidad de ubicarnos ante tanta interacción es algo más que necesario. Con el desarrollo de la mente, el existir se ha convertido en un bombardeo de información en nuestro sistema de conexiones. Todo son roces, contactos, intercambios…con la finalidad de enriquecernos. El placer nos seduce en cualquier nivel, sea ante la riqueza material o cognitiva. Es la atracción inevitable que ejerce una supervivencia evidente, motivada inteligentemente por el deseo.
Esta necesidad a menudo se antepone al desarrollo de una percepción más amplia de las cosas. Esto se debe a la dualidad constante que se produce en los primeros niveles del desarrollo de la mente, el es y no es, que impone al conocimiento un aspecto conclusivo, que alimenta nuestra seguridad de ubicación. Es el «ya está, ya lo sé», y abandonamos la continuidad que enriquece lo conocido y da la completez constante que desarrolla vivencialmente la amplitud de lo que somos. ¿Por qué aparece este aspecto? La grandeza es un potencial desconocido y nos adentra en la indeterminación que desajusta aparentemente nuestra seguridad. Esto pasa porque nos falta el componente de la evolución en el tiempo, un aspecto que nos da una obertura exquisita. Decir que no sabemos algo nos desubica, esto pasa porque realmente no es del todo así. Por un lado, el conocimiento básico de todo lo que concierne a la vida existe en nuestra memoria. Al tratarse de un conocimiento que no es consciente, la manera de percibirlo es ante la naturalidad de su existencia, no es algo diferente ni exclusivo, por eso no es percibido de entrada por la mente dual de las primeras etapas de desarrollo. Es una percepción de que todo está claro, como el hecho implanteable de cualquier manifestación de nuestro físico o de las funciones más básicas. Por otro lado, este hecho nos aporta un factor importante en nuestra capacidad cognitiva referente al factor tiempo. Existe una percepción natural de saber las cosas, pero no es consciente. La continuidad en el conocimiento nos adentra en la comprensión de nuestras interacciones con otro aspecto de nosotros, la mente. La evolución continúa, y el primer punto que nos exige es continuidad. Y de manera perfecta existe en nuestro diseño un aspecto en la percepción que trasciende al tiempo, para hacer eterno el desarrollo. Cualquier evento que se presente para ser conocido ya es conocido en un momento de nuestra existencia. Sentimos que quizá ahora no lo sepamos, pero lo sabremos algún día pues la evolución requiere la vivencia de todas las interacciones posibles. Esto aquieta y asienta las bases de la seguridad, nuestra ubicación ante lo desconocido no trasciende al desorden, la supervivencia se asegura, para que nos adentremos voluntariamente en los aspectos de la percepción. Es así como desarrollamos la conciencia, cualidad que aporta definición infinita a cada detalle de la manifestación.
Posted by Meritxell Castells 15/12/2012